Nadia Koval - Sergei Prokofiev Страница 4

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Nikolai Miaskovski (1881—1950)

Durante varios años se mandaban uno al otro los fragmentos de sus nuevas obras y cada uno daba su opinión sobre las composiciones. Prokofiev comentaba con gran satisfacción en su Diario que esta correspondencia había desarrollado mucho más sus habilidades compositivas que las clases de Liádov.

En el verano de 1907, Sergei comenzó a asistir a la clase de dirección orquestal de Nikolai Tcherepnín. Era un brillante músico, que podía opinar con la misma profundidad sobre la música antigua, como sobre la moderna. A Sergei le gustaba la personalidad de Tcherepnín. En primer lugar, porque no tenía un respeto obligatorio hacia los famosos compositores. Por ejemplo, le gustaba la música de Tchaikovski, pero no de la manera como le gustaba a la mayoría, es decir, sólo como el autor de sus últimas sinfonías y de los ballets El Lago de los Cisnes y El Cascanueces. Le gustaba Tchaikovski como el compositor de sus primeras sinfonías: la Sinfonía N° 1 «Sueños de invierno», la Sinfonía N° 2 «Pequeña Rusia» y la ópera Cherevichki, basada en la obra literaria de Nikolai Gógol. Así mismo, Tcherepnín lamentaba que en su ópera Eugenio Onégin, el compositor haya ignorado la escena más poética del poema de Púshkin, cuando Tatiana visita la inhabitada casa de Onégin. ¡Si él hubiese sabido qué idea asombrosa había creado en el alma de Prokofiev! En el año 1936, el compositor haría la música para el espectáculo Eugenio Onégin, donde representa en su manera más poética-aguda la escena rechazada por su gran predecesor.

Tcherepnín le decía a Prokofiev: «Usted no tiene talento para conducir una orquesta, pero desde el momento en que entendí que su camino es el de la composición, supuse que un día tendrá que dirigir sus obras. Por eso, decidí que tendré que enseñarle». No obstante, Sergei Prokofiev no se convirtió en un destacado director de orquesta. Al finalizar el curso, pudo dirigir la presentación de Las Bodas de Fígaro de Mozart, aunque no se sintió muy cómodo sobre el podio hasta el momento en que terminó el Conservatorio y comenzó a dirigir sus propias composiciones. Tcherepnín cumplió un importante rol en el desarrollo musical de Prokofiev. Cuando hablaba sobre la música con su inagotable entusiasmo, le parecía a Sergei que estaba viajando a través del tiempo. Sabía hacer interesantísimos análisis de las óperas. Muchas veces se sentaba al lado de Prokofiev durante los ensayos de la orquesta del Conservatorio y le comentaba sobre la música de Haydn: «Ahora escuche el sonido del fagot». El estudiante comenzó a sentir un gusto particular por la música de Haydn y Mozart, que más tarde se reflejaría en su Sinfonía N° 1 «Clásica».

El contacto con estudiantes más grandes que él, la participación en discusiones creativas y también la asistencia a los conciertos de música sinfónica y operística, contribuyeron a la posibilidad de su rápido desarrollo artístico. Sergei se había sumergido completamente en el océano de la música clásica. Entre las obras que le gustaban se encontraban la Suite de la ópera Mlada de Rimski-Kórsakov, las Variaciones sobre un tema Rococó y la Obertura-Fantástica «Romeo y Julieta» de Tchaikovski, las Piezas Orquestales de Liadov, la Sinfonía en C menor de Tanéyev, el Segundo Concierto para Piano de Rachmáninov, la Tercera y la Quinta Sinfonía de Beethoven, la Segunda Sinfonía de Schumann y la Sexta Sinfonía de Glazunov. «Me gusta mucho la música de Schumann. Particularmente sus sonatas para piano y Carnaval», escribía en sus Diarios. En febrero de 1907 asistió al estreno de la ópera La Leyenda de la ciudad invisible de Kitezh de Rimski-Kórsakov. La increíble potencia épica de la ópera dejó una imborrable huella en su memoria. En sus horas libres, le gustaba estudiar el sistema del leitmotiv de la Tetralogía de El Anillo de los Nibelungos de Wagner.

Durante el mismo año, por la orden del inspector, Prokofiev, de dieciséis años de edad, tenía que volver a las clases de educación general en el Conservatorio. Después de estar casi tres años entre adultos, ahora se había reunido con alumnos de su edad, la mayoría de los cuales eran chicas. Sergei se hizo amigo de algunas de ellas, incluyendo a Leonida Glagoleva, que se convirtió en el objeto de su agrado. Su relación terminó después de la graduación, pero la impresión que produjo Glagoleva sobre Prokofiev se reflejará en sus óperas Maddalena y El Jugador, centradas en una caprichosa y algo emocionalmente desequilibrada mujer. La amistad más duradera fue con Vera Alpers, que según Prokofiev «amaba hablar sobre la música». Mientras que Prokofiev la consideraba sólo como una amiga, ella sentía celos cuando él se interesaba en otras chicas.

A principios de 1908, Prokofiev fue invitado a participar en las «Tardes de la Música Contemporánea», una serie de conciertos organizados en San Petersburgo por los líderes del movimiento «El Mundo del Arte». En estos conciertos se podía escuchar obras musicales vanguardistas: las últimas composiciones de los compositores alemanes, franceses y también rusos, como las del joven Stravinski, por ejemplo.

Las vacaciones del mismo año Prokofiev las pasó a las orillas del mar Negro, en Sujumi, junto a la madre y su tía Tatiana. Estaba tan maravillado por el lugar y su estadía de tres semanas allí, que luego escribió: «El sur, las noches de julio, el mar, el maravilloso perfume de los árboles y las plantas del sur, el brillantemente iluminado puerto ‒todo fue una delicia». Él volvió muchas veces más a Sujumi e, incluso, escribió unas de las más finas obras tempranas allí.

En agosto de 1908, Sergei anota en su Diario:

La decisión de escribir una sinfonía surgió el otoño pasado. Y ahora, estando en Sóntsovka, comienzo de trabajar con muchas ganas. Miaskovski iba a escribir un cuarteto, pero yo le aconsejé componer una sinfonía. Y ahora él también escribe una sinfonía. En el otoño debemos terminarlas y mostrárselas a Glazunov. Esperemos que las podamos tocar en uno de los conciertos estudiantiles.

Estoy escribiendo la sinfonía con mucho cuidado, dedicando mucho tiempo a la búsqueda de temas: quiero que salgan hermosas y elegantes, y lo que es más importante, originales. En la mayoría de los casos me siento satisfecho. Componiendo el segundo tema del primer movimiento llegué a admirarlo, pero de repente tuve miedo de si la he robado de algún lado. Miaskovski me tranquilizó; me dijo que una parte le hizo acordar a un cuarteto de Brahms. Pero yo no conozco los cuartetos de Brahms, por eso no voy a cambiar nada. Voy a escribir una sinfonía más corta posible (¡que podría ser peor que una sinfonía larga!) en tres movimientos sin scherzo. Scherzo debe estar brillantemente orquestado, a lo que no me atrevo. Y no es mi fuerte un scherzo. Más tarde me vino la idea de escribir un scherzo «satanique» pero, finalmente, he decidido hacerlo en otro momento. A veces tengo miedo de que no voy a poder terminar la sinfonía; a veces pienso que va a salir mal. Pero, por suerte, cuanto más avanzo, más tranquilo me siento. Miaskovski está muy satisfecho con mis temas (lo que no puedo decir sobre los suyos).

A fines de la primavera de 1909, en el mes de mayo, Prokofiev tenía que rendir el examen final de composición. Para éste presentó su nueva versión de su temprana ópera Fiesta durante la plaga4 y la Sonata para Piano. Estas dos obras causaron «una explosión de descontento entre los profesores». Los examinadores ni siquiera lo dejaron terminar de tocar la Sonata. Pero teniendo en cuenta que Sergei ya tenía escritas varias obras que merecían el interés, le pusieron de nota un «4»5. Miaskovski había recibido la misma calificación. Aparentemente, Aleksandr Glazunov y otros miembros de la comisión no compartían y no aprobaban las modernas tendencias en la música de sus egresados. Liadov, a lo largo del examen, gritaba: «¡Todos ellos quieren ser como Skriabin! Pero Skriabin llegó a esto luego de veinte años de búsqueda, y Prokofiev quiere escribir así casi desde los pañales. ¡Su sonata es una caminata de elefantes!». En aquel momento, Prokofiev se sintió muy ofendido por recibir «un papirotazo en la nariz» de parte de los adultos. Pero pasará el tiempo y confirmará su gran talento de compositor.

Luego de haberse graduado del curso de composición, Prokofiev recibió la designación oficial de «artista libre». Para festejar este evento pidió a su madre que le comprase un traje gris, camisas de color, corbatas, gemelos y zapatos amarillos. Algún tiempo antes de la graduación, Prokofiev se encontró con Maximilian Schmidthoff, un estudiante en un curso más bajo que él. Altamente inteligente, Schmidthoff compartía con Sergei el gusto por las charlas sobre filosofía y la música. Alentado por Max ‒como solía presentarse Schmidthoff‒ Prokofiev comienza a leer a Schopenhauer, cuya escritura va a tener una muy marcada influencia sobre el futuro compositor. Pronto Schmidthoff se convertirá en uno de los más queridos amigos de Prokofiev.

En febrero de 1910 el padre de Prokofiev se trasladó a San Petersburgo con la idea de vivir junto a su familia, pero se sintió mal de improvisto y se lo tuvieron que llevar al hospital. En marzo, los médicos descubrieron que Sergei Alekséievich tenía cáncer de intestino. Lo operaron el 10 de abril, pero su situación era crítica porque el cáncer se expandía a otros órganos. Ahora, Sergei y María Grigórievna lo iban a visitar todo el tiempo al hospital. La nueva operación en mayo no pudo cambiar nada. Sus últimos días los vivió bajo la influencia de la morfina. El padre de Prokofiev murió el 23 de julio de 1910, sin recobrar el conocimiento. Fue enterrado en el Cementerio Novodevichy de Moscú. El 10 de agosto de 1910, Prokofiev había escrito en su Diario:

¿Si yo lo amaba? No lo sé. Si él hubiese sido ofendido por alguien, hubiese hecho todo para protegerlo. En cuanto al amor, durante los últimos seis años perdí contacto con él. Teníamos muy pocos intereses en común. Lo vi sólo en cuatro ocasiones, cuando él venía en invierno a San Petersburgo. Y entonces, el principal punto de contacto eran las clases de álgebra, la geometría y el dibujo que yo recibía cuando volvía a Sóntsovka. A veces, las clases eran agradables; otras veces no, por el exceso de pedantería de papá. De todos modos, siento que en ese momento no llegué a valorar completamente la excepcional personalidad de mi padre, que hizo muchísimo para su hijo único, y quien con su duro trabajo por mucho tiempo estuvo sosteniéndome materialmente.

Con los cinco años de carrera de composición, los estudios de Prokofiev no habían terminado en el Conservatorio: decide seguir otra carrera – la de pianista. Después de deliberar mucho, decidió dejar de estudiar con Winkler y se inscribió a las clases de Ana Yesipova, la profesora de piano más reconocida. En su Diario anota:

Estudiar con Yesipova es un placer. Cada vez que preparo la lección, lo hago cuidadosamente, para que suene con más claridad e inteligencia. ¡Qué suerte que me fui de Winkler! Pero no obstante, el recuerdo de él es sagrado. Y en la memoria de los antiguos buenos años, durante el verano compuse especialmente para él los cuatro Estudios para piano y se los dediqué con las palabras «Al querido Maestro». El día antes de ayer se los entregué a Winkler, y mañana tendré que encontrármelo «accidentalmente» en el conservatorio y preguntarle si le han gustado.

Al principio todo iba bien con las clases de Yesipova, y la profesora decía con orgullo que tenía en su clase a un alumno que sabía escribir sus propias sonatas.6 Pero después de un tiempo, Prokofiev empezó a sentir que el método de Yesipova, basado en los patrones «clásicos», era muy aburrido para él. «Si el temperamento del alumno coincidía con el de la profesora, los resultados eran admirables. Pero si el alumno demostraba cierta originalidad, ella en lugar de desarrollarla, la quería suprimir», recordaba él. Ella le insistía que tocase más Mozart, Schubert y Chopin cuando se ocupaba de encontrar su propio lenguaje, y por eso, no entendía cómo uno podía preocuparse por las sencillas armonías de Mozart.

El examen final de piano se presentó en dos partes. La primera tuvo lugar el 12 de marzo de 1914, donde Prokofiev tenía que interpretar las obras de Bach, Mozart, Beethoven, Chopin, Schumann y Lizst. Los examinadores le pusieron la nota más alta, «5+». Después del primer examen, Prokofiev escribió en su Diario:

Es muy lindo sacarse de encima este examen. Pero el segundo está por venir. ¿La interpretación de mi propio concierto me salvará o me matará? ¿Quedarán enojados los examinadores por su disonancia o, por el contrario, quedarán impresionados por su brillantez e impetuosidad? De todos modos, ya es demasiado tarde para empezar a estudiar otro concierto. Pero estoy seguro de que se puede tocar mi obra de tal manera que los examinadores se queden sin palabras, y en eso está la victoria. Además, este es el primer caso: ninguno de los alumnos del Conservatorio de San Petersburgo ha interpretado jamás su propio concierto en el examen final.

El 22 de abril de 1914, Prokofiev tocó brillantemente su Primer Concierto para Piano en el examen final. Su más cercano rival para obtener el primer lugar en la carrera fue Nadezhda Golubovskaya.7 A la espera de la decisión del comité del examen, Prokofiev invitó a Golubovskaya a jugar al ajedrez. La comisión estuvo a favor de Prokofiev, lo que significaba el otorgamiento del título de Laureado del Conservatorio y el Premio de Antón Rubinstein – un piano nuevo fabricado por Schroeder, que se entregaba cada año al mejor pianista graduado.

Sí, fue una victoria, y muy importante para mí porque ocurrió en mi Conservatorio favorito, donde no me dieron golpecitos en la cabeza como a un buen alumno, sino que gané con una nueva palabra, mi palabra, pronunciada contra la rutina y la vieja tradición establecida en el Conservatorio.

Los resultados de los exámenes finales habían sido publicados en los periódicos de San Petersburgo. El domingo 24 de mayo de 1914 en la Sala Teatral del Conservatorio, a la una de la tarde, se celebró el Acto público del Egreso N° 49 de los estudiantes del Conservatorio de San Petersburgo.

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